jueves, 16 de julio de 2009

historia compartida

Había decidido aventurarse en el bosque que estaba frente a la cabaña.
Sólo debia escalar por una pequeña pendiente y llegaría al corazón del lugar.
Todo ese verde no paraba de gritarle, de llamarla
Finalmente se decidió. Se depertó temprano la mañana del domingo y no quiso depertar a nadie, quería ir sola. Se sintió egoista por no querer compartir el bosque con el resto, pero sabía que esa experiencia le pertenecía sólo a ella. El olor de la tierra húmeda, el sonido del viento en las hojas, el color de las nubes en el cielo, los rayos de sol entre las ramas de los arboles, el crujido de las ramas y hojas secas que pisaría...todo debía ser sólo de ella. El sólo pensar en que otro ser humano estuivera en el lugar le daba escalofríos y su espalda se encrispaba y ella entera temblaba, así que se apuró en salir de la casa. Al cerrar la puerta tras de ella supo que ya no había vueltra atrás, que el momento que viviría marcaría un antes y un después en su vida. Un después detestable habiendo conocido lo que conocería. La primera bocanada de aire fue como un orgasmo en su interior, sonrió complacida. El aire le congelo los pulmones. Comenzó a caminar por el bosque a adentrarse entre los árboles y a alejarse de la cabaña. Derrepente llegó a un río, vió que arriba estaba la carretera y sintio algunos autos pasar. Había un banco de madera... pensó quien lo habría puesto ahí, con que fin, con que pretexto, por qué... se sentó en el para tratar de entender cual era el fin de la existencia de aquel mal ubicado asiento. De tanto pensar se adentró en un mundo hasta ese entonces desconocido. Se vio sentada ahí, siendo penetrada por un extraño... por un no extraño, por un amigo, un amante. Cerro los ojos y decidió dejar fluir la imaginación. La banca, los árboles, el sonido del rio, el sonido de los autos, eran el escenario perfecto de su fantasía se veía medio desnuda, tirada entre los matorrales, sabiendo que los autos que pasaban no sabían de su existencia, pero ella estaba ahí, siendo penetrada, teniendo un orgasmo en sus caras, bajo sus narices y eso le sacaba una sonrisa. Volvió. De pronto el lugar se le hizo pequeño... pensó en todas las personas que no sólo habrían tenido su misma fantasia, sino que la hubisen concretado, quizó buscar algo, lo que sea que le indicara que alguien hubiera cumplido su maravillosa fantasía, buscó un condón, un envase de condón, ropa interior entre las plantas, pero no encontró nada. Se fue del lugar, con la sensación de que el placer que había experimentado, sólo quedaría eterno, intocable, en sus pensamientos.