Me di media vuelta, la luz entraba de lleno por la ventana, la habitación estaba tibia.
Miré a través del visillo, queriendo encontrarme de cara con el sol, o quizá contigo, pero sólo vi el cielo, con algunas nubes pintadas por ahí.
Me quedé pensando un segundo, en cuanto te extrañaba y porqué.
Sentí la necesidad de abrazar algo contiguo a mí, quise que estuvieras ahí, pero no supe si quería que fueses exactamente tú, quizá cualquiera hubiese funcionado.
Volví a darme vuelta, para quedar de espalda mirando el techo, blanco infinito sobre mi cabeza que lo único que hacía era recordarme mi soledad.
Miré sostenidamente el techo, y sentí ansia, ansia de que estuvieras ahí y me abrazaras y me dijeras todas las cosas que te gustan de mí, y alimentaras mi narcisismo caníbal, porque me dan ganas de comerte a pedazos. Pensé que quizá sólo necesitaba un cuerpo, pensé que quizá tú sólo necesitabas un cuerpo, o que quizá simplemente nos necesitabamos.
Alguien a quien abrazar por las mañanas, alguien que te cuente cómo estuvo su día, y así nos hacemos adictos a nostros.
Y yo no puedo parar de pensar en comerte a pedazos, pero no de amor sino de rabia, por que te odio.
Quiero que me quieras, pero yo no quiero quererte a ti, yo quiero sólo comerte, morderte y hacerte tiritas.
Y pienso, pienso en ti y cuanto te extraño
Simplemente suspiro
y vuelvo a dormir